Licantropía al mediodía.

Ningún trabajo es tan grande como los rayos del mediodía, 
pero ciertos brotes de emoción son tan grandes como la marea.
Algún día todo será cubierto y un dios endeble surgirá para cantarnos.
Mis ojos verán mucho menos de lo que podrían, pero puedo intuirlo todo, 
porque mi corazón es una grieta.
Lámpara vendada con el sudario de un ave extinta.
No tengo control, soy controlado.
Algún día no pensaré más, ninguna consciencia me gobernará, 
seré poseído, y miedo y felicidad, entrega y dominación, serán una y la misma cosa.
Algún día todo estará mal.
El licántropo es una evocación y un sentimiento venido desde la nada.
Es hambre.
El licántropo es llanto feral.
Es fuego frío ardiendo en el rincón de una casa oculta.
Y está aquí.
Es el término de la frontera y el resquicio donde todo se abulta.
No tiene anhelo y es casi nada.
Cazador disfrazado.
Cuerpo numinoso.
Botellas vaciadas de alegría.
Contemplación de los pantanos.
Extremidades abiertas.
Disparos al aire.
El licántropo flota a mitad de la noche, 
mientras el rojo tiñe el blanco de sus ojos y recuerda:
El viento agita las cortinas y los amantes se acompañan una vez más.
Se sientan a comer en silencio y olvidan que están allí.
Que existe este poema.
Que son este poema.
Que los ciervos de la noche no cantan para ellos.
Y que las goteras de su casa recuerdan al cuerpo de un dios terrestre que se derrite, 
pero no piensan en su final.
Aman la intensidad de su ensoñación sin temores y salen para bailar en la última hora de la noche,
mientras el licántropo observa a una niña asomarse para lanzar un beso desde su ventana.
Nada le importa ya, todo reverbera a través de si.
Nostalgia de un sueño quebrado.

Posted on