Categoría: reseñas

  • Si tu edad es la de ese rayo.

    Tilsa Otta, fantástica escritora peruana a la que tuve la oportunidad de conocer durante su estadía en la Ciudad de México nos invita a repensar la literatura desde la experiencia individual y colectiva, y no solo, desde y hacia la literatura. La primera parte del poemario, titulada “Si tu edad es la de ese rayo”, arranca con “La hormona de la oscuridad” y su invocación del motivo fundamental de la diversión, presente a lo largo de la obra: “Un club nocturno no hace un verano / Mas creo en el perreo / Eterno recreo” (Otta 10) ¿O podríamos plantearnos otros límites que no sean los de la búsqueda constante de la emoción, el conocimiento y el placer? ¿Otras formas de contrarrestar la melancolía del paso del tiempo, que seguir jugando entre las olas del mar? “Mientras el deshielo se hace irreversible / yo sigo / revisando / mi correo / Muero lentamente” (Otta 14)

    Alegría de vivir. Que plantea un fenómeno semejante al del efecto de la erosión del agua sobre las piedras: “Estoy pensando en dormir siempre / Porque la alegría de vivir satura los colores y mis ojos / Se desgastan, palidecen, se desgañitan”. (Otta 18)

    Como sombras de un tema musical. Que habla del abandono de una interioridad cálida y familiar, aunque también oscura y silenciosa, ante la inmensidad del todo, como un recién nacido o como un astronauta: “Ya mi corazón está en otro lado / Hemos brotado del huevo / De un ave del paraíso / Ahora la belleza se reproduce conmigo” (Otta 21) Para salir y permanecer en el oleaje del mundo, en su vaivén impredecible, y reconocer los componentes poéticos de la vida, con sus muchas y diversas posibilidades: “No logro zambullirme profundo / Me pierdo siempre en la superficie / Puedo hacer el muerto mar adentro / Donde el sol se baña / Y el oleaje se pone más glitter más de gala” (Otta 28)

    I love her and this song. Percibir o palpar la belleza de los otros, puede ser la puerta de entrada para el descubrimiento de vínculos sexo-afectivos inolvidables o pasajeros, aunque no siempre sea el caso, lo que es triste y decepcionante, aunque no siempre o no tanto: “I love this girl. Just omg / I want this song inside me” (Otta 29)

    Espejos raros, reproductivos. La vida puede ser muy pero que muy extraña.

    Guía para los navegantes de la tierra. Si el universo se nos revela de golpe y nos atraviesa y sostiene junto con todas sus dimensiones, aunque no estemos conscientes de todo lo que sucede a cada instante, puesto que ello equivaldría a la locura, ¿qué es el olvido sino el gesto elegante de la finitud de la existencia?

    Me gustan las aeromozas. La poeta nos habla de su amor por las mujeres, así como de la ilusión del juego estimulado por el deseo de nuevas experiencias que nos procuren el sosiego y la alegría. Un paliativo para el paso del tiempo y sus pesares. La escritura como un aliciente para generar nuevas posibilidades.

    Accidente de nacimiento. ¿Nostalgia por las viejas formas de hacer poesía?

    El nuevo cielo. ¿No nos sería más provechoso plantearnos un paraíso en el que no hallemos la paz eterna, sino el éxtasis y el delirio, abierto a todo el público, las veinticuatro horas del día? “Y así podemos seguir por siempre / construyendo el paraíso con nuestros caprichos / con nuestros fetiches nuestros amores nuestros vicios…”. (Otta 45)

    Soma V. Si inmutable es nuestro amor por la vida, no menos necesaria es la urgencia por vaciarnos cada cierto tiempo para seguir fluyendo: “Hay cosas que nunca podré contar: / 1. Las que no veo / Como las estrellas que brillan en mis ojos”. (Otta 49) Y es que, ante cada elección, puede sentirse un regusto amargo por todo lo que se queda atrás. Nos distraemos del silencio sin gran esfuerzo, pero también nos dejamos seducir por él: “(( Vamos a pararnos al borde del abismo como cabras locas / hasta que el vacío se conjugue en nuestros nombres / y el silencio devore nuestras bocas )) / No busco belleza…” (Otta 50-51)

    Extraterrestre. ¿Qué otra es la responsabilidad de los poetas sino el registro de su fantasía, sus intuiciones, sus pasiones, sus pensamientos y sus aventuras? Los poetas y su fe ciega en las palabras para decirlo todo, para claudicar el tiempo. La poeta, una conciliadora entre el vértigo del abismo y las visiones de claridad que la sorprenden sin previo aviso. Controladores de fuegos fatuos que desfallecen como todos y junto con todo: “Mi corazón envejece trotando como un caballo hermoso […] Un caballo  que solloza y alumbra / Con su respiración extraña / Un resoplar extraterrestre […] Habrá un fuego que apagar, especialmente si escribes poesía” (Otta 52-53)

    Sueños para PC. La poeta instaura su ley: celebrar los placeres simples y perfectos de la vida: “Qué lujo incomparable bañarse con la lluvia / Secarse con el sol / Que la tierra cubra totalmente tu cuerpo / Con ayuda del viento” (Otta 57)

    Cosas que pienso. Y la visión y la locura hermosa…

    Contar en orden alfabético. Para instaurar espacios de libertad, íntimos y abiertos, sin contradicción.

    Velocistas jamaiquinos del amor.

    Prefacio: el amor como deporte olímpico. El amor es para la poeta una apertura constante a la vinculación y el conocimiento, pero no solo hacia las personas, sino hacia todo aquello que aviva el fuego y las aguas de la vida: “A usted también lector, no olvide dejar abiertas sus redes domésticas para las rosas telepáticas.” (Otta 65) Y más en estos tiempos, en los que la inestabilidad contemporánea lo permea todo, desde la vigencia efímera de los contenidos de internet, hasta los algoritmos que nos conducen a unos y otros; o las redes sociales que nos vuelven adictos y que impactan de una u otra forma en cómo nos relacionamos hoy en día: “Me gusta pensar que cuando las parejas enamoradas dicen que se amarán por siempre / Realmente su amor durará para siempre” (Otta 70) Con su lengua de comunicación e incomunicación, de gestos y silencios, personales y universales a la vez: “Me gusta pensar que todo este tiempo / Has tratado de decirme algo / Con tus gestos / Cuando no te comprendo” (Otta 71) Pues grande es el temor ante la vulnerabilidad que permea un sentimiento: “el temor a perder el control de mi corazón y volverme totalmente mi corazón” (Otta 75)

    Caribe. Y las historias individuales hiladas con acuerdos, consenso y libertad. Las nuevas y viejas historias, pese a los corazones rotos o el placer loco.

    Me pregunto si se percibe en mi escritura que estoy en la cama. La poeta reflexiona sobre la necesidad de la meditación, el aislamiento y el recogimiento; pero también la partida, los recuerdos y la distancia física: “Ahora me recupero de una infección / Que puede ser vesicular o renal / Esencialmente de origen emocional” (Otta 80) […] “No tengo problemas para amar en absoluto” (Otta 82) […] En resumen, no quería enamorarme porque ya me voy / y acabo de pasar por esa distancia física / que atraviesa el cuerpo por dentro / creando agujeros negros donde habitan recuerdos tan buenos / que trapean el suelo con el presente. (Otta 86)

    Cuerpos dóciles. Sin importar cuánto más, quizá solo nos resta el sentimiento hacia todo lo que preserva nuestra memoria, como frágiles secretos o hermosos tesoros. Satélites que nos orbitan con su discreta presencia luminosa.

    Referencias.

    Otta, Tilsa. la vida ya superó a la escritura. Perú: juan malasuerte, 2018. Impreso.