Teoría de la recepción

Espiritualmente, se pueden adoptar tantas formas como uno pueda imaginar, a riesgo de perderse o confundirse, innecesariamente. Esto es útil para alguien que escribe, pero la tendencia a ser muy receptivo a las formas de los demás, resulta problemático, porque nunca se está tan seguro de quién se es en realidad. Hoy soy un hombre tranquilo; mañana, un loco. Un peón, y al día siguiente, uno que lo abandona todo como si comer dejara de importar. Se es poseído caprichosamente por un estímulo o por otro, por un cierto enfoque, una cierta interpretación, de un gesto, una frase, un deseo, una visión o una ilusión… Y esto crece y se distorsiona, sin una certeza de si alguna vez habrá una forma final, o si esta supuesta forma tendrá una relación consistente con lo que sea que la haya precedido. Y más importante aún, averiguar si el punto de partida fue motivado por intereses sinceros y conscientes, o no. Pues este soy yo, un marasmo de configuraciones posibles: un arma potencial, un escudo potencial, una burbuja potencial. En este sentido, nunca estoy tan seguro de si busco lo que quiero o lo que debo o lo que puedo buscar, sino hasta tiempo o mucho tiempo después, y solo porque he insistido lo suficiente o he sido lo bastante inconsciente como para no pensar en el posible devenir de las cosas. Control o descontrol. Vapor, hielo o líquido. Agua informe, estero de aguas oscuras o un cenote que esconde un laberinto. La fantasía de un pez abisal que desconoce la luz.

Pieles de gato…

Posted on