Elementales.

Si al principio y al final de los días, somos casi indistinguibles, ¿por qué siempre molestarnos en convencer a otros de una forma reiterativa y en algunos casos, casi patológica, de que YO existo y que soy así y asá, y qué hago y digo, esto y aquello? Un ejercicio para una sana forma mental podría ser no darle tanta importancia al cómo somos percibidos. El agua permanece acallada en las piletas de los lavaderos de muchas casas, mientras que el ruido del mar es siempre inolvidable. Del agua todo emerge, todo lo sostiene todo y lo absorbe todo. El aire se distribuye junto con todas las partículas como si fuera una fantasma que no sólo nos abraza, sino que también nos recorre y nos alimenta, sin que apenas nos demos cuenta. El fuego se expande hasta que ya no puede hacerlo y cede al frío y a la oscuridad: el calor es lo que no quiere perder el cuerpo. Y la tierra persiste en el valor de su historia primigenia, sin importar todos los accidentes a lo largo del tiempo. Los animales se mantienen atentos al palpitar constante de la muerte y ni siquiera piensan qué lo hacen. Todas las emanaciones son inocentes de sus efectos.

Polvaredas de interior…